jueves, 20 de octubre de 2016

La tierra y el ser humano 

Origen del ser humano

Hace unos 50.000 años, un grupo de hombres y mujeres abandonó Africa en busca de alimentos. Eran algunos de los supervivientes de una cruda glaciación.

Hoy, 2.000 generaciones después de aquel viaje y con una población mundial de 7.000 millones de habitantes, cuesta pensar que sean los antepasados comunes de todos nosotros.

Nuestro ADN revela que todos somos una única raza. Los distintos caracteres sólo son las adaptaciones que nuestros antepasados desarrollaron al poblar los distintos rincones del planeta. Todos somos parientes, no tan lejanos.
Nuestra especie, el homo sapiens, nació hace unos 200.000 años. Si la historia de la tierra estuviera contada en un día, el hombre moderno aparecería 1,7 segundos antes de la medianoche. Somos unos recién llegados. El homo sapiens fue la especie elegida, la que sobrevivió y evolucionó. Otras especies parecidas lo intentaron sin éxito y se extinguieron, como el neanderthal.
También el homo sapiens estuvo a punto de desaparecer en varias ocasiones. Su inteligencia, creatividad y las mutaciones genéticas le salvaron de la extinción. Los cambios climáticos provocaron el salto evolutivo de la especie humana.


Mirando al pasado

El estudio de los restos fósiles y los análisis genéticos del ADN nos remotan al origen del género homo y su evolución. Los restos humanos más antiguos están en Sudáfrica. Hace unos 65.000 años, una glaciación estuvo a punto de acabar con la humanidad. Sólo unos centenares sobrevivieron, cobijados en cuevas de la costa sudafricana. Se alimentaban de tubérculos y productos del mar.
Pero llegó un momento en que los alimentos escaseaban. Abandonaron Africa y emprendieron viaje hacia el sudeste asiático. Sorprendentemente, la primera zona que poblaron fue Australia. En aquella época el nivel del mar estaba muy bajo y sólo 250 kms de agua separaban Asia de Australia. Continúa siendo un misterio cómo lograron cruzar, pero es un hecho que lo hicieron. Los restos fósiles de hace 50.000 años lo confirman.

 
Expansión humana 


Los humanos no llegaron a América hasta hace 15.000 años. De nuevo, un cambio climático fue determinante. Durante la última glaciación, un grupo asiático cruzó el estrecho de Bering congelado. Al volver a subir el nivel del mar, quedó aislado en el nuevo continente y desarrolló los rasgos indígenas característicos. Hace tan sólo 500 generaciones que el hombre terminó de conquistar todas las zonas habitables del planeta.La relación con la tierra constituye un vínculo fundamental, que en el caso de los seres humanos adquiere una dimensión trascendente, casi espiritual. Aunque bien es cierto, la mayoría de nosotros, los seres humanos no somos muy concientes de dicha relación. No obstante, la realidad es que somos seres que emergimos de la tierra, y en un proceso largo y complejo nos hemos ido elevando hacía las estrellas en búsqueda de lo infinito y trascendente y hemos logrado intuir lo divino.

El hombre, lejos de ser un ángel caído, es un ser en ascenso. En este sentido, vemos como la ciencia y las religiones nos integran de manera definitiva, en especial las más antiguas a una relación de nuestro ser con una realidad inmanente. Es así como, los primitivos reconocieron a la tierra como un todo vivo, una fuerza envolvente que todo lo cubría, que todo lo abarcaba. El hombre se reconoció así mismo en una relación íntima con la tierra. En algunas de esas culturas antiguas, esa relación vital adquirió el carácter de un vínculo madre –hijo, emergiendo la conciencia de la madre Tierra, GAIA. Hoy, desde una perspectiva científica, la hipótesis GAIA es cada vez más plausible. Entender la vida en la tierra como el resultado de una interrelación sistémica entre todos los componentes nos lleva a comprendernos como parte de un todo en el universo.

 

Ahora bien, tomar conciencia de la tierra y del vínculo que nos une a ella, demanda de cada ser humano, una mayor responsabilidad en lo que respecta al cuidado de nuestra tierra. Bien sabemos, que aunque todos parecemos tener claro la importancia del cuidado y preservación del medio ambiente, en la práctica siguen prevaleciendo los criterios inmediatistas de ganancia. Nuestra ciudad, Pereira, la ciudad que habito, no es ajena a esa tendencia y a su vez ha ido adquiriendo sus propios rasgos. El deterioro del ambiente natural urbano es evidente. Hay poco o casi nulo sentido de responsabilidad con el cuidado de los parques y en general de las áreas verdes, además del manejo irresponsable de las basuras, no sólo por el deterioro ambiental, sino también por sus implicaciones en la convivencia. Unido a lo anterior, la tendencia privatizadora de los recursos sin que la mayor parte de las personas tengan cuenta de sus implicaciones, es evidencia de esa ruptura entre el hombre y su medio natural. Entonces, esa realidad de estar integrados en un destino común, es más algo que la mayoría de las personas en la ciudad la sienten lejana.Para concluir, de manera provisional, pues siempre es importante regresar al tema en mención, resulta fundamental encontrar otra manera de relacionarnos con la tierra, desde nuestros espacios inmediatos supone en lo fundamental dos cosas. En primer lugar, romper el esquema ético y moral de vida basada en la supervivencia del más fuerte y reemplazarlo por un modelo basado en la cooperación y en la solidaridad, solamente en ese momento “mi tierra” no será una manera de expresar posesión, sino un vínculo afectivo, un sentimiento que nos integra en un destino común. En segundo lugar, redescubrir la tierra, reencontrar el placer de lo sencillo y profundo, el encuentro con quienes nos rodean y todos los seres del mundo en su conjunto. Abrir, en otras palabras, un espacio al asombro y a la vida. Es comprender cada vez más, el ser en sus múltiples manifestaciones.